En Queremos tanto a Glenda, Julio Cortázar explora la frontera difusa entre la admiración y el fanatismo, entre el amor idealizado y la necesidad de dominar lo amado, mostrando los mecanismos psicológicos más oscuros del deseo colectivo: la idealización, la manipulación y la anulación de la realidad en nombre de un amor perfecto.
Un grupo de admiradores se reúne movido por su amor a una actriz de cine, Glenda Garson. Lo que comienza como una simple coincidencia entre fanáticos se convierte poco a poco en una devoción exclusiva y secreta, un “núcleo” unido por la idea de proteger y preservar la perfección de su ídola. Pero esa admiración, que parece inocente y tierna, irá tomando un rumbo inquietante, revelando hasta dónde puede llegar la obsesión cuando se confunde el amor con la necesidad de control.
Análisis psicológico de Queremos tanto a Glenda
1. El grupo como refugio narcisista
El núcleo nace del anonimato: personas que, al inicio, solo comparten una admiración estética. Pero lo que los une no es Glenda, sino la necesidad de pertenecer.
Psicológicamente, el grupo satisface una carencia identitaria: los individuos diluyen su yo en una comunidad idealizada que legitima su existencia.
- Glenda se convierte en una figura externa sobre la cual proyectan sus deseos de pureza, perfección y sentido.
- El amor por Glenda es una pantalla narcisista: al “quererla tanto”, se aman a sí mismos en su devoción.
2. El paso del amor a la posesión
La frase “queríamos tanto a Glenda” encierra una paradoja: ese amor es absoluto, pero su forma es destructiva.
Desde el punto de vista psicológico, el núcleo experimenta un amor obsesivo-compulsivo que deriva en control.
- Al principio, el grupo siente que protege a Glenda del mal gusto o la incomprensión.
- Luego, quiere corregirla, purificarla, eliminar sus imperfecciones.
Esto refleja un mecanismo de defensa proyectivo: todo lo impuro o imperfecto en ellos es desplazado hacia las películas de Glenda, y al “corregirla”, se purifican a sí mismos.
Es el mismo impulso que lleva a los fanáticos o totalitarismos: transformar la devoción en misión redentora.
3. Dinámica sectaria y erosión del juicio individual
La estructura del núcleo reproduce los rasgos clásicos de una secta psicológica:
- Líder carismático (Irazusta).
- Guardiana de la ortodoxia (Diana Rivero).
- Ritos y reglas implícitas (el café, los viernes, las películas).
- Lenguaje compartido (“querer tanto a Glenda”).
- Control emocional disfrazado de amor.
El resultado es una disolución de la responsabilidad individual. Cada miembro actúa desde la obediencia afectiva: el deseo de no ser expulsado.
El “cierre de filas” y la “mirada amablemente horrible” de Diana funcionan como símbolos de ese miedo a la exclusión.
A nivel psicológico, esto produce un yo colectivo fusionado, en el que nadie piensa críticamente porque hacerlo sería traicionar el amor común.
4. El fanatismo como defensa ante la imperfección
El núcleo no soporta los “errores” en las películas de Glenda. Cuando un ser humano no tolera la imperfección, busca eliminarla fuera de sí.
Por eso instalan el laboratorio y manipulan las películas.
Psicológicamente, es el mismo recorrido que describe Freud en El malestar en la cultura: el deseo de orden perfecto termina produciendo violencia.
En el fondo, el grupo quieren preservar su ideal, y ese ideal solo puede sobrevivir si lo real (la actriz viva, imperfecta, con deseos propios) desaparece.
5. La ilusión de perfección como muerte
El asesinato (sugerido en el final) es la culminación lógica del delirio.
En términos psicológicos, es un mecanismo de negación extrema: Glenda no puede envejecer, fallar ni actuar en una mala película, porque ya ha sido inmortalizada por el grupo.
La frase final, “no se baja vivo de una cruz”, cierra el círculo: el grupo ha elevado a Glenda al rango de figura sagrada, pero en ese mismo acto la destruye.
Desde un punto de vista clínico, podríamos hablar de una psicosis colectiva sublimada: la realidad ya no se distingue del ideal, y la misión del grupo sustituye la moral.
6. El amor total como forma de aniquilación
En última instancia, el cuento plantea una tesis profundamente perturbadora:
“Amar demasiado” puede ser la forma más peligrosa del odio.
El núcleo no soporta que Glenda exista fuera de su ideal. Su amor exige sacrificio, y Cortázar sugiere que la pureza absoluta solo puede alcanzarse a través de la muerte.
Así, el cuento dialoga con el mito de Pigmalión (el creador enamorado de su obra), pero con un giro siniestro: cuando la obra cobra vida, el creador la destruye para mantenerla perfecta.
7. El lector como cómplice
Cortázar deja al lector en un lugar incómodo: nosotros también “amamos” a Glenda mientras leemos.
El tono confesional, colectivo, casi amistoso del narrador, hace que uno sienta que pertenece al núcleo.
Solo al final comprendemos la monstruosidad del amor narrado, y esa revelación genera un efecto espejo: ¿hasta qué punto nosotros mismos idealizamos, poseemos, corregimos o destruimos lo que decimos amar?
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