A CIERTAS EDADES

Al escuchar los disparos, corre a gachas, a toda velocidad. Su habilidad no es la de antes, pero aún es bastante ágil: esquiva arbustos, rueda en el pasto, repta cuerpo a tierra y se refugia detrás de una roca. Más disparos. Alberto aprieta el casco verde contra su cabeza. La incertidumbre de la espera le produce náuseas; cierra los ojos con miedo, y reza. Aún se aferra a la vida, como si tuviera algún valor.

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