Existen muchas teorías y consejos sobre cómo elegir un buen título para un libro. Lo digo porque investigué, busqué y leí por todos lados, y casi nada me sirvió. Así que en esta publicación voy a compartir mi propia experiencia.
Escribir un cuento puede llevar mucho tiempo… o poco. En mi caso, hay cuentos que hice en menos de dos horas y otros que me llevaron varios días o, incluso, semanas (el de «¡Jaque, Bonifacio!» me llevó años terminarlo, aquí el proceso de creación de ese personaje). A decir verdad, lo que lleva escribir un cuento no habla necesariamente de su calidad. Tengo una carpeta llamada: NO VAN, donde deposito en una especie de «Papelera de reciclaje» todos los cuentos que no me convencen o que, al menos, así como están, no me convencen. Hay muchos más ahí que en la carpeta de los que sí me convencen: ahora mismo, 19 que sí (son los que forman parte de mi libro La carga invisible) vs. 29 que no.

Elegir título para un libro es parecido: uno lo puede tener muy claro desde el comienzo (considérate un afortunado si es tu caso), o puede ser una tarea larga y trabajosa. Para mí, fue lo segundo.
Antes de detenerme a pensar en esto creía que, como escritor que soy, elegir título para mi libro iba a ser una tarea relativamente sencilla y rápida. Es solamente una oración.
Seguí investigando, me puse a leer blogs (son muy interesantes los consejos de eltinteroeditorial), a ver vídeos, de cómo encontrar el título ideal para mi libro. En base a los cuentos seleccionados, ya tenía más o menos la idea que los unificaba: en todos los personajes hay algún tipo de dolor, angustia, trauma o locura. Imaginé que el título tendría que estar relacionado con algo oscuro y psicológico.
Empecé haciendo un pequeño brainstorming en la aplicación Notas de mi móvil.
En la búsqueda de título para mi libro
- Trauma
- Fobia
- Mentes intranquilas (o Mentes enredadas)
- No te vuelvas tan loco
Este último me llamaba la atención, pero había algo que no me cerraba. Sabía que cuando diera con el título correcto de mi libro, iba a «sentir» que era el indicado, y por ahora no lo sentía. Por uno o dos días dejé que se asentaran estas cuatro ideas en mi cabeza, pero no me terminaron de convencer.
Segundo brainstorming
- Pequeños mundos
- Presión
- Obsesionados
- ¿Estamos todos locos? (esta idea volvía con fuerza)
- No estamos tan locos
Hice lo mismo, dejé pasar unos días. Leía y releía todo lo apuntado hasta el momento: seguía sin estar convencido. No tenía esa confirmación interna, me faltaba esa emoción de decir: ¡es este! Volvía a leer, a pensar, a mezclar ideas, pedí consejos, pero era algo que tenía que salir de mí. Estuve tentado de usar el título de uno de mis cuentos (por ejemplo: Las Normas, y otros cuentos). No es que estuviera mal en sí, pero faltaba fuerza. No era lo que estaba buscando.
El libro sigue sin título: tercer brainstorming
- El límite del laberinto
- Un minuto antes de perder la razón
- Todos estamos un poco locos
- Delirios razonables
En este momento ya me estaba empezando a poner nervioso. Habían pasado varias semanas, y me sentía cada vez más perdido. Algunos me resultaban interesantes, pero no representaban a los cuentos. Al menos, no a todos. Pedí ayuda, releí mis cuentos con intención de buscar alguna palabra, algún detalle que me diera alguna pista.
Hasta que me di cuenta de lo más importante. Estaba buscando mal. Mis cuentos no tienen que ver con lo psicológico. Tienen que ver con el sufrimiento.
Con nuevo impulso de motivación, volví a abrir la aplicación de Notas y mis dedos tipearon.
Cuarto y último
- Pensamientos que pesan
- La carga invisible
Apenas lo escribí, me quedé unos segundos pensativo. Era eso. El sufrimiento que pesa mental y emocionalmente. Es una carga, y se lleva por dentro. La carga invisible. Tuve la certeza de que este era el título correcto para mi libro.
Todos los personajes del libro llevan esta carga. Y es invisible no solo por ser interna, sino porque, en muchos casos, la gente que está a su alrededor no tiene intención de verla. Y eso la hace aún más pesada.